Tabla 14.1. Clases, funciones y limitaciones de los productos de limpieza empleados en la industria agroalimentariaa


Como se ha indicado con anterioridad, el efecto negativo de los restos de alimentos y demás materia orgánica sobre la mayor parte de estas sustancias, hace que esté muy indicado efectuar la limpieza del equipo y utillaje antes de la desinfección. No obstante, las mezclas patentadas de agentes limpiadores y desinfectantes se recomiendan como "detergentes-antisépticos" para efectuar, simultáneamente, la limpieza y desinfección, sobre todo en los sistemas cerrados de limpieza "in situ" (véase Sección Vl,B). Estas técnicas precisan más cantidad de producto y más tiempo de exposición, peró resultan atractivas al necesitar menos mano de obra y ser menos probables los errores.
Muchos desinfectantes excelentes, empleados en los hospitales, no se utilizan en la higienización de alimentos por su toxicidad, corrosión o producción de sabores desagradables. El formaldehído, compuestos fenólicos y sales de metales pesados se usan raramente y, algunos otros, entre los que se pueden incluir el óxido de etileno y el cloro en forma de gas, se limitan a la descontaminación de especias desecadas o a la cloración del agua, respectivamente.
En la Tabla 14.2. se relacionan los desinfectantes y coadyuvantes que entran en la composición de los 21 tipos de soluciones antisépticas que el gobierno de los Estados Unidos tiene autorizadas para su aplicación sobre el equipo y utillaje, sin necesidad de hacer aclarados con agua (U.S. Department of Health, Education and Welfare, 1977). Entre los componentes activos citaremos el yodo, compuestos yodados y dorados, así como diversos surfactantes orgánicos, como los compuestos de amonio cuaternario. Las instrucciones especifican las concentraciones máximas permitidas de los componentes activos y las condiciones para su uso. En ellas, ni se exige ni se prohibe el aclarado con agua, una vez que el material y utensilios se han tratado con las soluciones antisépticas, estando indicado efectuar su escurrido, antes de ser nuevamente utilizados. No obstante, algunas jurisdicciones exigen el aclarado con agua potable después de que el utillaje se ha tratado Si el peligro de contaminación de los alimentos con residuos químicos, a partir de las soluciones desinfectantes, es superior al riesgo de contaminación por microorganismos del agua de aclarado, es conveniente hacer un enjuagado final. En caso contrario no es preciso.
Uno de los desinfectantes más modernos, no incluido en la Tabla 14.2., es el glutaraldehído, que presenta una fuerte actividad frente a los esporos y que, cuenta con una gran aceptación como desinfectante hospitalario (Thomas y Russell, 1974; Saitanu y Lund, 1975; Collins y Montalbine, 1976). Son suficientes los datos que tenemos para saber si un desinfectante se puede aplicar, con seguridad, sobre superficies que contactan con alimentos.

Tabla 14.2. Soluciones antisépticas relacionadas por el United States Code of Federal Regulation a,
para su aplicación en equipos, utensilios y superficies en contacto con alimentos.










V. MÉTODOS DE ANÁLISIS

Se han empleado diversas pruebas físicas, químicas, y microbiológicas para determinar: (a) la concentración de agentes activos, (b) su potencia relativa en condiciones dadas y en comparación con un estandar, (c) control de los factores ambientales (pH, dureza del agua o residuos de suciedad) que afecten a la detergencia o a la acción antibacteriana, (d) el alcance de la descontaminación en condiciones de uso reales o simuladas y (e) niveles residuales de contaminantes químicos o microbiológicos en las superficies tratadas y en los alimentos que han entrado en contacto con ellas.
Entre los métodos bacteriológicos más conocidos citaremos: (a) el del coeficiente fenólico, en el que la potencia o actividad bacteriana relativa del desinfectante se compara con la del fenol (Horwitz, 1975), (b) la prueba de la suspensión cualitativa de la Sociedad Alemana de Higiene y Microbiología (Deutsche Gessellschaft für Hygiene und Mikrobiologie, 1972), (c) la prueba de suspensión cuantitativa del Comité Holandés de Fitofarmacia (Commissie voor Fytofarmacie, 1975), (d) la prueba de evaluación de desinfectantes hospitalarios de Kelsey y Sykes (1969), (e) la prueba de la dilución a utilizar y modificaciones a ensayar para determinar la eficacia germicida de un desinfectante, cuando se aplica en determinadas condiciones ambientales (Block, 1977), y (f) diversos métodos basados en la recogida del inóculo con torundas, mediante enjuagado o directamente en agar y que demuestren el grado de destrucción microbiana conseguido en las superficies del equipo y utillaje tratado (Gabis y col., 1976; Litsky, 1973; Spoonery Sykes, 1972).
Se han producido muchas modificaciones del método de la dilución a utilizar, como consecuencia de la necesidad de contar con técnicas de aplicación específica a las diversas situaciones, que presente la higienización de los alimentos. A modo de ejemplo señalemos la modificación de Weber-Black (Chambers, 1956), que sirve para valorar el efecto de la dureza del agua sobre el desinfectante y basado en la exposición de láminas de acero inoxidable frente a los desinfectantes (Mosley y col., 1976) o, fmalmente, otro que evalúa la eficacia de los anti-sépticos superficiales frente a los virus (Gaustad y col., 1974).
Cuando se utiliza una solución desinfectante repetidamente, el descenso de su poder antibacteriano se puede detectar por pruebas químicas, como la denominada DPD o N,N-dietil-p-fenilendiamina (Raud y col., 1976), la técnica del almidón yodado para residuos de cloro (National Canners Association, 1975) u otras, de base bacteriológica, como la denominada "prueba de uso" (Kelsey y Maurer, 1966, 1974; Maurer, 1972, 1978). Esta última es una modificación de la que se efectúa en los laboratorios clínicos para controlar los envases con soluciones antisépticas, en los que se sumerge el instrumental (pinzas, tijeras, etc.) hasta el momento de ser limpiados y tratados convenientemente. Del recipiente empleado se toma 1 ml. de la solución desinfectante y se diluye con el agente neutralizante. Para neutralizar los hipocloritos se utiliza una solución preparada por adición de tiosulfato sódico a 9 ml. de agar nutritivo hasta una concentración fmal de l0,5%. Diez gotas del producto o solución diluidos se depositan en dos placas de agar nutritivo. Una de ellas se incuba a 35-37ºC y la otra a temperatura ambiente durante 72 horas. La aparición de colonias bacterianas indican que el desinfectante es ineficaz y debe aumentarse su concentración.

VI. HIGIENIZACION DE LAS INDUSTRIAS ELABORADORAS DE ALIMENTOS

A. Limpieza general


La razón principal para proceder a la limpieza del equipo y de las zonas fabriles radica en la necesidad de eliminar los restos de alimentos u otros detritos que pueden contener microorganismos alterativos o productores de toxiinfecciones y, en consecuencia, contaminar los alimentos. Otra razón sería la creación de un ambiente que estimule al personal a alcanzar un alto nivel higiénico.
Los programas de limpieza se deben planificar de acuerdo con las necesidades de una técnica o producto particular (Thomas, 1969). El tipo de detergente, así como su pH y temperatura, dependerán de la clase de suciedad a eliminar y del material y construcción del equipo que se ha de limpiar. La frecuencia de las operaciones de limpieza se establecerán en función del tipo y niveles iniciales de la contaminación de las materias primas, de la posibilidad de que pueda existir crecimiento microbiano sobre ellas, de que se mantengan, a lo largo de su procesamiento, tiempos y temperaturas que permitan una proliferación significativa y de la presencia de zonas "muertas", dentro del sistema, en las que haya proliferación de microorganismos que den lugar a contaminaciones del producto (Benarde, 1970; Nickerson y Sinskey, 1972; Parker y Litchfield, 1962).
Las etapas básicas y la secuencia de la limpieza y desinfección en medio acuoso son las siguientes;

1. Eliminación grosera de la suciedad con agua fría o caliente. La temperatura del agua dependerá del tipo de sustancias a eliminar y del equipo.
2. Aplicación de un producto químico (detergente, ácido o álcali) capaz de emulsionar o disolver la suciedad adherida al equipo.
3. Fregado de las superficies sucias, si fuera necesario.
4. Aclarado de los detritos suspendidos con agua fría o caliente.
5. Aplicación de agua caliente (77ºC) o de un desinfectante para destruir los microorganismos que todavía pudiera haber. El sistema preferido para inactivar los microorganismos residuales, que queden en las superficies, consiste en elevar la temperatura superficial del material y utillaje con vapor o agua caliente, que se mantendrá un poco por encima de 77ºC, durante 30 segundos o más (Longrée, 1967; U.S. Department of Health, Education and Welfare, 1976a). En Gran Bretaña, el Department of Health and Social Security (1978) recomienda 80ºC durante 2 minutos. Una segunda alternativa, en el caso de que no se pueda aplicar calentamiento, sería la utilización de un desinfectante, una vez que el equipo ha quedado bien limpio. La limpieza se deberá repetir si no se ha conseguido eliminar toda la suciedad, ya que, practicamente, todos los desinfectantes que se usan en la industria alimentaria se inactivan rápidamente con la materia orgánica. Los productos de limpieza y los desinfectantes son más eficaces en agua caliente, siempre que no se volatilicen o destruyan por la acción del calor.
6. Aclarado o enjuagado del desinfectante (en el caso de que se emplee) con agua potable; no obstante, ciertos organismos oficiales no exigen este aclarado con agua, si el equipo se ha desinfectado con alguna de las soluciones recogidas en la Tabla 14.2. Antes de proceder al enjuagado se deben abrir todos los puntos de desagüe para que el material se seque rapidamente y se evite el desarrollo de microorganismos sobre los restos de suciedad humedecidos que no se han eliminado en la limpieza.

Existen cinco métodos diferentes de limpieza. La mayor parte de las personas responsables de estas operaciones consideran que el grado de eficacia de las técnicas, en base a su conveniencia y eficiencia, es el que señalamos a continuación. Es difícil establecer una prelación de los métodos, únicamente en función de su costo.


B. Sistema de limpieza "in situ" (CIP)

El sistema CIP comprende un programa de limpieza totalmente controlado, que puede ser automatizado de forma completa o parcial. Disminuye el tiempo y no daña al equipo, al no ser preciso desarmarlo para su limpieza manual. No obstante, el sistema CIP precisa modificaciones de ciertos aparatos y la inversión de un importante capital para conseguir la automatización. Debe de ser correctamente diseñado y utilizado, ya que si se trata de un sistema improvisado, o la operación de limpieza ha sido mal programada, se pueden formar bolsas de suciedad, con masiva proliferación microbiana o acúmulos de desinfectante en las zonas en las que entra el flujo o chorro del producto. La instalación de los sistemas CIP es más cara, pero a la larga es más beneficioso en cuanto a la economía de trabajo y tiempo. Por el contrario, la limpieza manual exige escasa inversión de capital, pero los costos de mano de obra son más elevados. Para conseguir eficacia es preciso trabajar duramente y contar con un alto grado de supervisión.



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