Fig. 9.7. Desinfectantes orgánicos que liberan cloro; (a) cloramina T; (b) dicloroisocianurato sódico; (c) diclorodirnetilhidantoina.


5. Derivados del ácido isocianúrico. los ácidos dicloro isocian úrico y tricloro isocianúrico tienen niveles muy altos de cloro disponible, pero debido a su baja solubilidad en agua, para la desinfección se emplean generalmente sus sales sódicas; las últimas, que se encuentran en el comercio en forma pulverulenta, tienen contenidos de cloro disponible ligeramente menores (por ej., 60 % el dicloroiso-cianurato de sodio; Fig. 9.7). Estos compuestos son, como las cloraminas, relativamente caros, estables cuando se almacenan en estado seco, no irritantes y liberan cloro lentamente; contrariamente a las cloraminas mantienen su poder bactericida en un amplio rango de pHs (6-10). También se utilizan en preparados a base de detergentes alcalinodesinfectantes.


6. Diclorodimetilhidantoina.
Cuando este compuesto es puro (Fig. 9.7) es insoluble en agua por lo que se emplea la de grado técnico en polvo con una pureza del 25 % aproximadamente que proporciona sobre un 16 % de cloro disponible. En muchos aspectos la diclorodimetilhidantoina es similar a otros compuestos orgánicos que liberan cloro, pero es la que presenta más poder bactericida en condiciones ácidas.


9.6.2.2. Compuestos de amonio cuaternario

Los compuestos de amonio cuaternario, conocidos como «cuaternarios», «quats» y «QACs» son esencialmente sales de amonio con algunos o con todos los átomos de hidrógeno del ion (NH4) + sustituidos por grupos alquilo o arilo; el anión generalmente es un cloruro o bromuro. La fórmula general es por lo tanto:


donde R1, R2, R3 y R4 representan uno o más grupos alquilo o arilo que sustituyen al hidrógeno y X- representa un haluro: o Cl - o Br - . El catión es la parte activa de la molécula, mientras que el anión sólo es importante en lo que concierne a la solubilidad de QAC. Ejemplos de los desinfectantes QAC más corrientemente utilizados son los siguientes: bromuro de cetiltrimetil-amonio y cloruro de laurildimetilbencil-amonio; sus fórmulas se muestran en la Figura 9.8. Las sustituciones posibles son teóricamente muchas, pero para conseguir la máxima actividad la cadena alquilica debe contener entre 8 y 18 átomos de carbono; en la práctica son pocos los QACs del comercio.

Los QACs son bactericidas muy activos frente a las bacterias Gram positivas, siendo menos eficaces frente a las Gram negativas, salvo que se les haya añadido secuestrantes; las esporas bacterianas son relativamente resistentes, si bien previenen su desarrollo. Las superficies, después de desinfectadas con QAC, presentan una película bacteriostática debida a la adsorción del desinfectante en la superficie; esta película evita el crecimiento subsiguiente de las bacterias residuales. Cuando se necesite, el arrastre con agua puede mejorarse añadiendo al desinfectante una pequeña cantidad de un surfactante no iónico. los QAC mantienen su actividad en un amplio rango de pH, si bien donde son más activos es en condiciones alcalinas débiles, cayendo rápidamente su poder cuando el pH es menor de 5.

Comparados con los hipocloritos, los QAC son más caros, pero tienen muy buenas propiedades: son muy poco afectados por la presencia de restos orgánicos, no son corrosivos, si bien atacan a ciertos tipos de goma y no son irritantes de la piel, salvo a grandes concentraciones, por ello pueden manipularse con bastante seguridad.

Fig. 9.8. Desinfectantes QAC: (a) bromuro de cetiltrimetilarnonio; (b) cloruro de laurildimetilbencilamonio.


Los cuaternarios son estables incluso en soluciones diluidas y cuando están concentrados pueden almacenarse mucho tiempo sin que pierdan actividad. Puesto que son surfactantes catiónicos, poseen cierto poder detergente, pero, por supuesto, no pueden emplearse junto con los sur factantes aniónicos, ni tampoco con algunos agentes activos de superficie no iónicos. El agua dura disminuye la actividad de los QAC con una potencia que depende de la longitud de la cadena alquílica del QAC; si se utilizan agentes secuestrantes adecuados se recupera la actividad. Debe tenerse cuidado al seleccionar el secuestrante, pues algunos son incompatibles con ciertos QAC y dan lugar a su precipitación. Los álcalis fuertes ejercen el mismo efecto y no pueden emplearse con muchos QAC; en general los detergentes que contienen tales materiales deben enjuagarse cuidadosamente antes de añadir el QAC. Los QAC forman frecuentemente una espuma vigorosa en solución por lo que no sirven para los sistemas CIP ni para nebulizar. Habitualmente se utilizan a concentraciones entre 50 y 500 ppm, a temperaturas mayores de 40 ºC y con tiempos de contacto que varían entre 1 y 30 minutos.

Las biguanidas son otro tipo de desinfectantes catiónicos que se emplean a pequeña escala; tienen las ventajas de ser más activos frente a las bacterias Gram negativas, de no producir espuma y de no afectarles las aguas duras.


9.6.2.3. Iodóforos

Los iodóforos son mezclas solubles de yodo con un surfactante (típicamente no iónico, si bien pueden emplearse también los aniónicos y los catiónicos) que actúa como trasportador del iodo; se debe a éste el poder bactericida. Los iodóforos pueden ser considerados, por lo tanto, como detergentes-desinfectantes, aunque el poder detergente depende de la cantidad de surfactante de la mezcla. Cuando se utilizan los iodóforos como desinfectantes, se adiciona justo la cantidad de surfactante necesaria para disolver y estabilizar el iodo, pero cuando se emplean como detergentes-desinfectantes debe añadirse más surfactante para mejorar la detergencia. Aunque los iodóforos son incluso menos afectados que los QACs por los cambios de pH, en la práctica se les adiciona un componente ácido, corrientemente ácido fosfórico, para disminuir el pH de la solución. Esto se debe a que donde más activos son los iodóforos es el rango de pHs de 3-5, intervalo en el que el ácido fosfórico actúa de tampón.

Los iodóforos destruyen rápidamente un amplio espectro de bacterias y se parecen a este respecto a los hipocloritos, pero conservan también una actividad razonable en presencia de detritos orgánicos con tal que el pH no sea mayor de 4 y la cantidad de aquéllos no sea excesiva; sin embargo, frente a las esporas los iodóforos son menos activos que los hipocloritos.

Los iodóforos son caros y consecuentemente no se utilizan mucho; no son corrosivos, ni irritantes, ni tóxicos y tienen un ligero olor, pero hay que enjuagar bien después de su empleo. Algunos materiales plásticos absorben el iodo y se colorean al exponerlos a estos compuestos; también la goma suele absorber el iodo, por lo que deben evitarse los contactos prolongados con los iodóforos para prevenir la posible tinción de los alimentos. Una ventaja de los iodóforos es que no les afectan las sales del agua dura; también son estables en forma concentrada, si bien después de largos periodos de almacenamiento a temperaturas altas es posible una cierta pérdida de actividad.

Los iodóforos se emplean principalmente en industrias lecheras en donde, además de sus poderes bactericidas, su ácido fosfórico ayuda a controlar la piedra de la leche; los iodóforos también se emplean en las industrias cerveceras. En los sistemas CIP pueden producir espuma, por lo que en las formulaciones para este fin debe incorporarse un surfactante de poca espuma. Se puede trabajar con tem-peraturas de hasta 50 ºC y con concentraciones de iodo entre 10 y 100 ppm.


9.6.2.4. Compuestos anfóteros

Mientras algunos surfactantes anfóteros son principalmente detergentes con escaso poder bactericida, hay otros, los derivados de la imidazolina, que son bactericidas relativamente potentes y además detergentes débiles; un ejemplo lo constituye el ácido etil-ß-oxipropiónico-imidazolina (Fig. 9.4). Como ya se ha señalado, los compuestos anfóteros se presentan como cationes o como aniones, dependiendo del pH de la solución y es en forma catiónica como son bactericidas activos. Generalmente son más caros que los otros desinfectantes y no son bactericidas especialmente potentes, aunque pueden mezclarse con los QACs para mejorar su potencia. Son poco afectados por la materia orgánica o por la dureza del agua, no son corrosivos, no son tóxicos e incluso diluidos son inodoros y estables durante mucho tiempo. Sin embargo, suelen formar espuma y debido a su alto precio y limitada actividad los desinfectantes anfóteros no se utilizan mucho en la industria alimentaria.


9.6.2.5. Compuestos fenólicos

Muchos compuestos fenólicos son potentes bactericidas y se emplean mucho como desinfectantes generales. Los compuestos fenólicos no se emplean como desinfectantes en las fábricas de alimentos debido a sus fuertes olores y a la posibilidad de que transmitan olores extraños a los alimentos.


9.6.2.6. Detergentes-desinfectantes

Los detergentes-desinfectantes, conocidos popularmente como detergentes antimicrobianos son esencialmente combinaciones de ingredientes compatibles y complementarios; contienen, además de un detergente, un desinfectante de forma que la limpieza y desinfección se llevan a cabo en una sola operación. Muchos de los productos mencionados más atrás se han empleado en combinación, de una u otra forma, para producir detergentes-desinfectantes de diversa potencia; los grupos corrientemente empleados se muestran en la Tabla 9.3. En la práctica las formulaciones detergentes-desinfectantes suelen contener otros componentes, como agentes secuestrantes y tampones, siendo frecuente el incluir dos surfactantes en una sola formulación, siempre que sean compatibles.

Tabla 9.3. Combinaciones de detergentes/desinfectantes más utilizadas corrientemente


Cualquiera que sea su fórmula un buen detergente-desinfectante debe ser eficaz idealmente frente a una gran variedad de suciedades y un amplio espectro de microorganismos; su utilización debe ser posible en una gran variedad de situaciones, siempre que lo permitan sus condiciones económicas. De hecho los detergentes-desinfectantes son generalmente más caros y menos eficaces que sus componentes por separado, pero pueden emplearse útilmente cuando la suciedad es ligera y cuando se desea una limpieza a temperatura baja. Además no hay duda de que se consiguen ahorros de tiempo y de trabajo cuando es suficiente una sola aplicación de detergente-desinfectante; eso se refleja en el uso, cada vez mayor, de estos compuestos que están siendo mejorados constantemente. Otra ventaja adicional adjudicada a los detergentes-desinfectantes es que las bacterias peligrosas se destruyen durante su aplicación, mientras que en la limpieza convencional las bacterias viables pueden eliminarse o arrastrarse con los restos de detergente.

Cualesquiera que sean los agentes de limpieza y desinfectantes empleados, es importante introducir formulaciones alternativas, con ciertos intervalos, para asegurar que no se acumulan los restos alimenticios ni las bacterias resistentes.


9.6.3. Evaluación de los desinfectantes

Hay varias pruebas que pueden emplearse en el laboratorio para evaluar el poder biocida de los desinfectantes frente a los microorganismos. Estas pruebas miden la velocidad de destrucción de las bacterias seleccionadas o de otros microorganismos, en condiciones preestablecidas; algunas de las más importantes de estas pruebas, que no son obligatorias, las estudiaremos a continuación.

1. Prueba de Rideal-Walker. Se utilizó por primera vez en 1903, ha sufrido muchas modificaciones con el transcurso de los años y la describe el British Standard 541 (1934); actualmente y después de diversas enmiendas, esta prueba se emplea mucho para el control rutinario de la calidad en la producción por lotes y para el screening primario de formulaciones nuevas. Su propiedad más destacada es que fue la primera prueba empleada en la que el desinfectante problema se compara con un desinfectante de referencia estándar (fenol) de forma que se establecen sus correspondientes actividades (coeficientes de fenol).

Tabla 9.4. Resultados típicos de la prueba de Rideal-Walker

En esta prueba se comparan las capacidades bactericidas de diluciones del desinfectante problema con diluciones específicas de fenol, utilizando como estándar un cultivo en caldo de 24 horas de un microorganismo (Salmonella typhi). El procedimiento implica la adición de alicuotas de 0,2 ml del cultivo a 5 ml de las diluciones del desinfectante o del fenol, mantenidas a 17-18 ºC. Después de unos tiempos de contacto de 2,5; 5; 7,5 y 10 minutos, se inoculan en caldos estériles cantidades determinadas (un asa de platino estándar) de la mezcla; a continuación se incuban a 37 ºC, durante 48-72 horas, transcurridas las cuales se anota la exis-tencia o ausencia de crecimiento microbiano. La Tabla 9.4 muestra un resultado típico de esta prueba. El coeficiente de Rideal-Walker, o coeficiente de fenol, se calcula dividiendo la dilución de desinfectante que presenta crecimiento sólo en 2,5 y 5 minutos por la dilución del fenol que da el mismo resultado. De la Tabla 9.4 se deduce que el coeficiente de Rideal-Walker para el desinfectante X es, por lo tanto, 1.200/110 = 10,9 (aproximadamente).

La prueba de Rideal-Walker es fácil de hacer, pero presenta una serie de inconvenientes (Croshaw, 1981). Entre ellos citaremos: (1) hay una cantidad insignificante de materia orgánica en la mezcla desinfectante/microorganismo de la prueba y esto no es reflejo de las condiciones encontradas normalmente en la práctica; y (2) los resultados son específicos para el microorganismo empleado en la prueba, esto es para S. typhi. Sin duda la prueba sería mucho más relevante para la industria alimentaria si se empleara un amplio rango de microorganismos, sobre todo si incluyera las principales bacterias encontradas en las líneas de procesado.


2. Prueba de Chick-Martin. Posiblemente el mayor inconveniente de la prueba de Rideal-Walker es la virtual ausencia de materia orgánica en la mezcla, inconveniente que se ha obviado en el test de Chick-Martin. Esta prueba se empleó por primera vez en 1908 y tras varias modificaciones se recogió en el British Standard 808 (1938). Como hoy se practica consiste en añadir, como suciedad orgánica, una suspensión de levaduras esterilizada para dar una concentración final en la mezcla de 2,5 %; otra diferencia con la prueba de Rideal-Walker es que sólo hay un período de contacto (30 minutos). En la Tabla 9.5 se muestra un resultado típico que indica que se preparan diluciones seriadas al 10 % y que se inoculan con la mezcla un par de tubos de caldo. El coeficiente de Chick-Martin se obtiene dividiendo la media de la suma de la concentración más alta de fenol que permite el crecimiento del microorganismo testigo (S. typhi) en ambos tubos y la concentración más baja de fenol que no presenta crecimiento en ambos tubos, por la correspondiente media de la suma de las dos concentraciones del desinfectante problema.

Tabla 9.5. Resultados típicos de la prueba de Chick-Martin


Así, en la Tabla 9.5 el coeficiente Chick-Martin del desinfectante «X» es:
Concentración media de fenol

(1,62 + 1,80)/2 = 1,71

Concentración media de «X»

(0,333 + 0370)/2 = 0,35

Por lo tanto el coeficiente será = 1,71/0,35 = 4,9 (aproximadamente)


3. Prueba mejorada de Kelsey-Sykes. Las pruebas del coeficiente de fenol de cualquier tipo tienen el inconveniente de basarse en un concepto artificial, dando resultados que son poco reproductibles y comparando el desinfectante problema con otro irreal (el fenol). Cualquier prueba, racionalmente pensada, debería incluir una media más real del efecto destructor microbiano que el simple «crecimiento» o «no crecimiento» de S. typhi en el medio de recuperación, debería disponerse de un mayor rango de microorganismos en donde elegir y debería haber neutralizantes del desinfectante en el medio de recuperación, para prevenir los efectos de «arrastre» (carry-over). Como respuesta a estas críticas Kelsey y Sykes (1969) introdujeron una nueva prueba para evaluar los desinfectantes que, después de ulteriores modificaciones, se convirtió en la prueba mejorada del Kelsey-Sykes (Kelsy y Maurer, 1974). Esta prueba, que puede emplearse en la evaluación de cualquier desinfectante, se describe brevemente a continuación.

En las primeras pruebas de screening se utilizan convencionalmente cuatro microorganismos (Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Pseudomonas aeruginosa y Proteus vulgaris) para determinar cuál es el más resistente al desinfectante; si se necesita pueden utilizarse otros microorganismos, incluidos levaduras y mohos. Generalmente se selecciona el microorganismo más resistente para llevar a cabo la prueba que tiene lugar a 20-22 ºC (pueden emplearse otras temperaturas), utilizando tres concentraciones distintas del desinfectante (por ej., la concentración que se espera que supere la prueba y las concentraciones 50 % mayor y 50 % menor que la primera). Las diluciones del desinfectante se preparan en agua dura estándar (Organización Mundial de la Salud), lo mismo que la suspensión estándar del rnicroorganismo (108-1010/ml), que puede probarse en presencia y en ausencia de materia orgánica (es decir, con o sin la adición a la suspensión anterior de un 2 % de levadura estéril). Para cada concentración del desinfectante a examinar se preparan caldos de recuperación (3 ml de cada, que como inactivador del desinfectante contienen normalmente Tween 80) en tres series de cinco tubos.

Así en la prueba se añade 1 ml de la suspensión bacteriana a 3 ml de la concentración apropiada de desinfectante (tiempo cero); después de 8 minutos se adicionan a cada uno de los cinco tubos de caldo de recuperación de la primera serie 0,02 ml de la mezcla de desinfectante/microorganismo de la prueba. Dos minutos más tarde (esto es 10 minutos después del tiempo 0), se adiciona un segundo ml de suspensión bacteriana a la mezcla de desinfectante/microorganismo de la prueba y después de otros 8 minutos (es decir 18 minutos desde el tiempo cero), se mocula la segunda serie de cinco tubos de caldo de recuperación de la misma forma que la primera serie. Finalmente, después de otros 2 minutos, se adiciona un tercer ml de suspensión a la mezcla de desinfectante/microorganismo de la prueba, se deja estar otros 8 minutos (tiempo total 28 minutos) y entonces se inocula la serie final de tubos de caldo. Estos se incuban a 32 ºC durante 48 horas y se anota la presencia o ausencia de crecimiento (pueden emplearse otras condiciones de incubación a las que se adapten mejor otros posibles microorganismos elegidos para la prueba). En la Tábla 9.6 se muestra un resultado típico de esta prueba. La falta de crecimiento del microorganismo de la prueba en dos, al menos, de los cinco tubos, después de unos tiempos de contacto del desinfectante/microorganismo de la prueba de 8 y 18 minutos (columnas 1 y 2), indica que el desinfectante es apto para usarse a la concentración inicial (1,2 %) utilizada en la prueba; obviamente, a medida que la prueba continúa el desinfectante se va diluyendo progresivamente por la adición de la suspensión, lo que se traduce en un mejor crecimiento en la segunda y tercera serie de tubos de caldo de recuperación. Puesto que se ha visto que ocurren ligeras variaciones en las pruebas por duplicado, se recomienda que la técnica se repita en tres días consecutivos, lo que convierte a la prueba en relativamente compleja y necesitada de demasiado tiempo.

Cowen (1978) en una revisión crítica de la prueba de Kelsey-Sykes sugirió que no servía para muchos tipos de desinfectantes, pero a pesar de ésta y otras críticas, ha sido adoptada por muchos organismos oficiales de todo el mundo para evaluar los desinfectantes, independientemente de su tipo y empleo (Croshaw, 1981).

Tabla 9.6. Resultados típicos de la prueba kelsey-Sykes

4. Pruebas de superficie. Hay una serie de pruebas con desinfectantes que implican el empleo de una película de microorganismos, desecada al aire, sobre la que actúa entonces el desinfectante; la superficie de la película se prepara como estándar con o sin la inclusión de materia orgánica. Las superficies de acero inoxidable o de vidrio son las más empleadas, pero se han utilizado otras muchas. Uno de estos métodos (Lisboa, 1959), usado originalmente con el equipo lactológico, emplea tubos de acero inoxidable de poca longitud (33 cm) provistos de tapas en ambos extremos. Se introducen en el tubo suspensiones o suciedades adecuadas durante un tiempo determinado y después se sacan. A continuación se vierte en el tubo el desinfectante a evaluar y después de un tiempo de contacto (1 minuto) se desecha y se reemplaza inmediatamente por una solución neutralizante para inactivar cualquier resto de desinfectante. El número de microorganismos viables que permanecen en la superficie de la película se obtiene con la técnica de la torunda o del lavado del interior del tubo, determinando los recuentos en diluciones ad hoc de los líquidos de lavado. Blood et al. (1981) han hecho algunas modificaciones a este método adaptándolo a su empleo en la industria alimentaria.


9.7. EMPLEO DEL CALOR

El calor, como tal, se emplea como desinfectante en las fábricas de alimentos y puede aplicarse en forma de vapor de agua, o de aire caliente. El método de esterilización más eficaz es el calor en forma de vapor de agua presurizado; el calor húmedo destruye los microorganismos, a temperaturas relativamente bajas, al desnaturalizar sus proteínas, que son mucho más estables en condiciones de sequedad, por lo que se requieren temperaturas más altas y tiempos más largos para la destrucción microbiana con aire caliente. Por lo tanto, hasta donde es posible, se utiliza el calor húmedo para esterilizar el equipo, pero obviamente su eficacia depende también de la temperatura y del tiempo empleados. El calor húmedo es un buen agente desinfectante o esterilizante porque no es corrosivo, es económico, tiene excelente poder de penetración, no deja residuos y es activo frente a la mayoría de los microorganismos.


9.7.1. Vapor

El vapor saturado es un buen agente desinfectante y tiene la capacidad de destruir todos los microorganismos, salvo las esporas bacterianas más termorresistentes. Sin embargo, es esencial que el calor se aplique a las superficies, tanto internas como externas, durante un tiempo suficiente para calentarlas a una temperatura de unos 85 ºC en 1 minuto; en estas condiciones se destruirán todas las formas bacterianas, salvo las esporas. Para conseguir lo expuesto puede necesitarse un precalentamiento con vapor, durante muchos minutos, antes de que se alcance la temperatura de tratamiento; se requieren tiempos de precalentamiento tanto mayores cuanto mayores son las piezas del equipo a tratar. Desgraciadamente las pistolas de vapor, de un tipo u otro, frecuentemente se utilizan mal y el corto tiempo que aplican vapor al equipo puede ser más dañino que beneficioso, al proporcionar calor y humedad a las bacterias que les permite desenvolverse bien, especialmente en presencia de restos o suciedades alimenticios. También puede hacerse un mal uso de pistolas y mangueras si se aplican a partes del equipo defectuosamente impermeabilizadas (por ej., motores) con lo que se producen fallos de lubrificación o eléctricos; debe recordarse siempre que el vapor per se no es un agente de limpieza y por lo tanto sólo debe emplearse para tratar las superficies limpias.



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