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Desinfectantes

Los agentes químicos que destruyen organismos patógenos se conocen como desinfectantes. La acción de un desinfectante puede tener o no como resultado la esterilización. A menudo los desinfectantes son tóxicos para los seres humanos o para otras víctimas de los microorganismos patógenos; no obstante, los desinfectantes son extremadamente valiosos para destruir patógenos en el entorno humano o animal. Los desinfectantes que pueden ser aplicados tópicamente en las superficies corporales se conocen como antisépticos.

Acidos y álcalis

Los ácidos y los álcalis fuertes, es decir, aquellos que están altamente disociados, ejercen un marcado efecto bactericida. La actividad letal de los ácidos minerales es proporcional a su grado de disociación, pero la de los ácidos orgánicos parece ser un efecto de la molécula completa. Los ácidos que se producen en la fermentación, por ejemplo, ácido láctico y ácido acético, ayudan a proteger los productos alimenticios "ácidos" (en curtidos, chucrut, queso, etc.) y los ensilados de los organismos indeseables que producen putrefacción. Los ácidos grasos no disociados, de cadena corta y volátiles (ácidos acético, propiónico y butírico) son bacteriostáticos y levemente bactericidas para las bacterias entéricas (Escherichia, Salmonella, Shigella ). Puesto que los ácidos grasos volátiles son los productos principales de la fermentación bacteriana en el gran intestino de los animales monogástricos, pueden ejercer algún papel en la regulación del crecimiento de las bacterias entéricas en el tracto intestinal. El ácido benzoico es un agente antifúngico y antibacteriano que se utiliza como conservante en fármacos y alimentos, al igual que el ácido sórbico, que es un agente antifúngico. Para tratar las infecciones del tracto vaginal se utilizan irrigaciones ácidas que normalmente contienen ácido láctico o ácido acético (vinagre). La acción desinfectante de los álcalis, como hidróxido sódico, también es proporcional al grado de disociación. Sin embargo, la actividad germicida de los hidróxidos de los elementos alcalinotérreos es mayor de lo que se podría explicar en base a la disociación; el ion metálico a menudo es tóxico por sí mismo. Acidos y álcalis, en una concentración muy baja para destruir bacterias rápidamente, realzan a menudo la actividad de otros agentes desinfectantes. Por ejemplo, la actividad germicida en muchas sales es mayor en presencia de un ácido o de un álcali y, como se observó anteriormente, las bacterias se destruyen con más rapidez por calor en presencia de ácidos o álcalis diluidos que en la neutralidad.

- metales pesados

Metales pesados

Los metales pesados más activos son el mercurio, la plata y el cobre. El cloruro mercúrico es muy activo en solución acuosa al 0.1%. El óxido de mercurio se utiliza en pomadas para tratar infecciones de los párpados y la conjuntiva. En general, relativamente pocos compuestos de mercurio tienen actividad antibacteriana, y los que la poseen como consecuencia de la presencia del ion mercúrico son bacteriostáticos más que bactericidas. Las sales de plata, como nitrato de plata, aunque son un poco menos activas, son también germicidas muy eficaces. Las soluciones de nitrato de plata se utilizan en el tratamiento de las infecciones oculares y de quemaduras infectadas. Las sales de cobre son aún menos activas, pero resultan muy eficaces para destruir algas y otros organismos que contengan clorofila.

La actividad antibacteriana de los metales pesados se debe con toda probabilidad a la formación de sales que se disocian con dificultad de los grupos sulfhidrilos de las proteínas; por ejemplo,

2 Proteína - SH + Hg2+ ------->
Proteína–S–Hg–S–Proteína +2H+

Los efectos producidos por los metales pesados se evitan mediante un tratamiento con altas concentraciones de grupos sulfhidrilo. La ecuación anterior se invierte cuando el catión del metal pesado se une al compuesto sulfhidrilo añadido.

Algunos compuestos orgánicos que contienen mercurio o plata tienen propiedades desinfectantes y no son muy tóxicos para los tejidos corporales. Para desinfectar la piel y las membranas mucosas se utilizan timerosal y nitromerosol, y el timerosal se emplea para conservar algunas vacunas bacterianas y virales. Los complejos proteína-plata se utilizan también para el tratamiento de infecciones oculares.

Agentes oxidantes

El permanganato potásico y las sales sódica y cálcica del ácido hipocloroso (HOCI) muestran una actividad bactericida notable debido a sus propiedades como agentes oxidantes. Mol por mol, el ácido hipocloroso es uno de los microbicidas más poderosos, y su sal cálcica, conocida como polvo de blanquear, se utiliza mucho en el tratamiento de pequeños depósitos de agua privados y municipales. El gas cloro reacciona con el agua para formar ácido hipocloroso y se utiliza para desinfectar depósitos de agua y piscinas. El ácido hipocloroso reacciona con compuestos orgánicos que poseen un grupo amida, dando lugar a compuestos que se denominan cloraminas, los cuales son desinfectantes fuertes que aparentemente están relacionados con la presencia del grupo =NCI. Las cloraminas desprenden cloro libre lentamente. Dos de ellas, cloramina-T y dicloramina-T, se utilizaron con considerable éxito en la desinfección de heridas profundas durante la Primera Guerra Mundial.

El bromo y el yodo también son potentes germicidas. Además de actuar como oxidante, el I2 se combina con proteínas de forma irreversible mediante su unión a la tirosina. La tintura de yodo (2 a 7% en solución acuosa de alcohol que contiene KI) es un desinfectante muy eficaz para la piel. Algunos agentes activos, no iónicos, de superficie, como la polivinilpirrolidona, se denominan iodóforos porque disuelven el I2, el cual es liberado lentamente por las micelas en una dilución. Las soluciones ligeramente ácidas de I2 en iodóforos son desinfectantes eficaces, no irritantes, y buenos humectantes, debido a la presencia del detergente. En ocasiones se ha utilizado bromo como desinfectante para el agua de piscinas. El peróxido de hidrógeno y el ozono son bactericidas, pero el primero es descompuesto rápidamente por la catalasa de los tejidos y, por tanto, tiene poco poder penetrante cuando se aplica a heridas y abrasiones.

Probablemente, los agentes oxidantes producen la oxidación irreversible de moléculas esenciales para la célula; por ejemplo, los grupos sulfhidrilo de las proteínas se oxidan a sulfóxidos. La oxidación leve de las proteínas con ácido perfórmico, por ejemplo, conduce a la formación de residuos de ácido cisteico a partir de cisteína, de metionin-sulfona a partir de metionina, y a la destrucción del triptófano.

Fenoles

Los fenoles y sus derivados se encuentran entre los compuestos antibacterianos orgánicos más útiles. Una solución acuosa de fenol al 5% destruye rápidamente las células vegetativas de las bacterias y, con más lentitud, de las esporas. Su actividad antibacteriana no se reduce significativamente por la presencia de materia orgánica. El fenol se utiliza como elemento estándar con el cual se comparan–mediante el coeficiente fenol–el resto de los desinfectantes, en especial aquellos que tienen una estructura química similar.

La sustitución del anillo incrementa la actividad del fenol. Los metilfenoles, orto, meta y paracresoles, y los fenoles halogenados, tienen más actividad que el compuesto del que derivan. Sin embargo, el resorcinol, un hidroxifenol, es un bactericida leve. En general, la sustitución con cadenas alifáticas laterales en fenol e hidroxifenol aumenta la actividad antibacteriana en proporción directa a la longitud de la cadena lateral, pero la solubilidad en agua desciende y limita el valor práctico de estos compuestos. Los bisfenoles se han convertido en los desinfectantes fenólicos más útiles debido a sus propiedades bacteriostáticas y fungiostáticas y a su relativamente baja toxicidad. Estos compuestos están constituidos por dos anillos fenólicos unidos C a C o a través de grupos oxígeno, azufre o alcanos, especialmente metileno.

Los bisfenoles más importantes son el ortohidroxidifenol y los compuestos clorados de metileno y azufre. El hexaclorofeno tiene una propiedad, útil y poco común, de retener toda su actividad antibacteriana cuando se incorpora a jabones. Un ejemplo de clorofeno azufrado de uso común es el tio-bisfenol, bitionol, un análogo azufrado del tetraclorofeno. Estos compuestos son relativamente insolubles en agua, pero son solubles en álcalis diluídos y en muchos otros disolventes orgánicos. Sin embargo, los bisfenoles difieren del fenol en su actividad bactericida. Aunque son más activos que el fenol en las condiciones en que se realiza el coeficiente fenol, se necesita una exposición más prolongada para que la actividad bactericida sea máxima. Los bisfenoles también son bacteriostáticos a diluciones elevadas.

Los desinfectantes fenólicos precipitan las proteínas, pero las concentraciones mínimas necesarias para destruir células son menores que las concentraciones necesarias para la precipitación de proteínas. Hay evidencias de que la interacción de los desinfectantes fenólicos con las proteínas de la membrana provoca la alteración de la estructura de ésta. Probablemente, la acción bactericida está relacionada con la destrucción de la estructura membranosa y de las funciones de la membrana.

Detergentes

Los detergentes tensoactivos se dividen en tres grupos: aniónicos, catiónicos y no iónicos. Al grupo de los detergentes aniónicos pertenecen los jabones, la sales de sodio y de potasio de los ácidos grasos más grandes, alquilsulfatos como lauril-sulfato sódico, y los alquilbencenosulfonatos. El grupo de los detergentes catiónicos está constituido por compuestos de amonio cuaternario, y el grupo de los detergentes no iónico incluye poliéteres y ésteres de poliglicerol. Alguno de estos compuestos posee actividad antibacteriana.

Los jabones no son antisépticos o desinfectantes eficaces, puesto que su actividad antibacteriana es limitada. Hay, no obstante, agentes útiles para la eliminación mecánica de las bacterias presentes en la piel mediante emulsificación de secreciones lipoideas en las cuales quedan embebidos los microorganismos. Así, lavando con jabón se reduce de forma importante, aunque sólo temporalmente, el número de bacterias presentes en la piel. La actividad antibacteriana de los jabones puede incrementarse combinándolos con sustancias desinfectantes como cresoles; pero, en general, la actividad de la sustancia incorporada disminuye al combinarse con el jabón. Como vimos anteriormente el hexaclorofeno es una excepción importante a esta regla general. La utilización de jabones que contienen hexaclorofeno produce no sólo una reducción inmediata del número de bacterias presentes en la piel, sino que la actividad bacteriostática del hexaclorofeno residual inhibe de forma significativa el crecimiento bacteriano en la piel.

Algunos de los alquilsulfatos tienen mayor actividad antibacteriana que los jabones, inhibiendo el crecimiento en concentraciones relativamente altas (0.1%). Aquellos que son activos son muy selectivos y afectan a bacterias grampositivas, pero no a bacterias gramnegativas.

Los compuestos de amonio cuaternario son un grupo de aminas que pueden considerarse como derivados del cloruro amónico en los cuales los hidrógenos han sido sustituidos por diferentes radicales. Normalmente, uno es un grupo alquilo de cadena larga (C8 a C18), y los otros son grupos alquilo más pequeños, grupos fenilo, etc. Se han sintetizado muchos, quizá miles, de estos compuestos, y varios, incluidos Zefirano (cloruro de alquil-dimetil- benzilamonio), Ceeprino (cloruro de acetil-piridinio), Femerol (cloruro de diisobutil-fenixi-etoxi-etil- dimetil-benzilamonio) y Diapareno (cloruro de diisobutil-cresoxi-etoxi-etil- dimetil-benzilamonio), han obtenido aceptación general. Los detergentes catiónicos tienen la misma eficacia tanto frente a bacterias gram-positivas como gram-negativas.

Hay una incompatibilidad notable entre los detergentes aniónicos y catiónicos. Cuando se mezclan estos dos tipos de detergente desaparece la actividad antibacteriana. Los detergentes no iónicos no producen este efecto; por ejemplo, los compuestos de amonio cuaternario pueden mezclarse con detergentes no iónicos que tengan una actividad solubilizante buena para formar un agente de limpieza antibacteriano.

Los detergentes son bactericidas porque destruyen la integridad de la membrana celular alterando las interacciones entre las proteínas y los lípidos de la membrana. Puesto que normalmente la superficie bacteriana está cargada negativamente, es probable que los detergentes catiónicos resulten más eficaces debido a la atracción entre la molécula del detergente y la superficie de la membrana.

Clorhexidina

El gluconato de la bisguanida de clorhexidina se utiliza mucho en la desinfección de la piel previa a una operación, en la irrigación de heridas y en el tratamiento de las quemaduras. La clorhexidina es bactericida para las células grampositivas y gramnegativas, pero no es eficaz frente a micobacterias, esporas o virus. El gluconato es soluble en agua y se pueden añadir detergentes catiónicos y no iónicos a estas soluciones para mejorar las propiedades de limpieza y humectación. Debido a su poca toxicidad e irritabilidad, la clorhexidina se ha utilizado en la higiene oral para reducir la caries y la enfermedad periodontal. El desinfectante se une a las membranas de la mucosa y se libera lentamente, llevando a cabo una acción antibacteriana continua. La clorhexidina parece dificultar la permeabilidad de la membrana. Inhibe la adenosina- trifosfatasa membranal, y la toma de potasio, y provoca la pérdida de solutos citoplasmáticos.

Alcohol y éteres

El etil-alcohol y el etil-éter se utilizan a menudo como desinfectantes, pero no son muy buenos como germicidas; que su eficacia sea limitada se debe probablemente a la solución de las secreciones lipoideas de la piel y la consiguiente eliminación mecánica de los microorganismos. El alcohol absoluto tiene poca o ninguna actividad germicida. La actividad bactericida de las soluciones acuosas de alcohol aumenta a medida que se añade agua, pero un 50% de alcohol o menos tiene poca actividad; un 70% es la concentración que se utiliza normalmente para desinfectar la piel. El alcohol propílico absoluto y el alcohol isopropílico absoluto son asimismo ineficaces, pero muestran actividad en solución. acuosa. Los alcoholes pueden ser bactericidas debido a su capacidad para alterar los complejos lipídicos de las membranas y a que son capaces de desnaturalizar proteínas.

Desinfectantes gaseosos

La utilización de gases bactericidas para la desinfección de habitaciones y viviendas (fumigación o desinfección final) ha declinado notablemente en los últimos años, pero esto no ha supuesto un aumento en la prevalencia de enfermedades infecciosas. El gas que se utiliza normalmente, dióxido de azufre, probablemente no es bactericida como gas, sino como solución acuosa; por tanto, resulta eficaz sólo si la humedad es apropiada (una humedad relativa del 60%, o más elevada). El dióxido de azufre, añadido como gas o como sulfito o metabisulfito, es un agente antifúngico y antibacteriano eficaz para la conservación de alimentos y bebidas. Otros gases, como cianuro de hidrógeno, ejercen poco o ningún efecto sobre las bacterias. Aunque el valor de la desinfección final es muy cuestionable, el de la desinfectación está bien establecido y los gases, el ácido hidrociánico en particular, se utilizan mucho para destruir ratas a bordo de barcos y objetivos similares.

Agentes alquilantes. Se han encontrado ciertos agentes alquilantes que son bactericidas muy eficaces en forma gaseosa, sobre objetos sólidos y en soluciones, y frente a las bacterias que están suspendidas en el aire. A este grupo pertenecen el óxido de etileno, el óxido de propileno, la etilenamina, el metil-bromuro y el formaldehído. Estas sustancias tienen una propiedad poco usual, son relativamente más eficaces en la destrucción de esporas bacterianas que los desinfectantes habituales, y su acción parece ser irreversible y bactericida.

El formaldehído se ha utilizado durante muchos años, pero a menudo no es satisfactorio porque penetra poco y necesita una humedad relativamente alta. Recientemente se ha utilizado en combinación con una esterilización con vapor en vacío a bajas temperaturas para materiales textiles y similares.

Aunque no es un gas, el glutaraldehído, OHC (CH2)3 CHO, ejerce una acción semejante a la del resto de los gases alquilantes. Una solución acuosa al 2% regulada a un pH de 7.5 a 8.5 con bicarbonato sódico es activa frente a células vegetativas, esporas, hongos y virus, y puede utilizarse para esterilizar materiales termolábiles.

El óxido de etileno tiene un desarrollo más reciente y es también muy eficaz. Forma una mezcla explosiva con el aire, pero este peligro se evita mezclándolo con 7 a 10 volúmenes de dióxido de carbono; normalmente, esta mezcla se denomina carbóxido. Puede aplicarse a tejidos o equipos de distintas clases bajo presión; los objetos que van a ser esterilizados se tratan en un autoclave del tipo de los utilizados para la esterilización de vendajes, en el cual se hace el vacío a 14 libras, y el óxido de etileno se introduce a 20 ó 30 libras de presión y se deja toda la noche.

Otro agente alquilante que ha tenido un interés particular es la b-propiolactona. A diferencia del óxido de etileno, no es inflamable, pero necesita mucha humedad (80%) para resultar eficaz, y su poder de penetración es limitado, de modo que funciona más eficazmente como desinfectante de superficies. Es altamente bactericida y eficaz contra virus en concentraciones de 1 a 5 mg/litro, y se le considera, aproximadamente, 25 veces más eficaz que el formaldehído. Aunque no tiene la utilidad general del óxido de etileno, resulta especialmente efectivo para descontaminar espacios cerrados, como habitaciones y edificios, y también puede utilizarse para esterilizar materiales termolábiles.

Los agentes alquilantes reaccionan con mucha facilidad con distintos grupos funcionales de los ácidos nucleicos y de las proteínas, esto es,–NH2,–OH,–C02H y–SH. La acción bactericida se produce probablemente mediante la alquilación de estos grupos funcionales en macromoléculas esenciales.

Colorantes

Los colorantes se utilizan mucho en bacteriología para tinciones y como indicadores; además, muchos de ellos muestran una actividad bacteriostática y bactericida notable que a menudo se dirige específicamente contra una especie bacteriana. La incorporación de un colorante apropiado a un medio lo hará selectivo; es decir, favorecerá el crecimiento de algunas especies de bacterias e inhibirá el de otras. En general, esta especificidad está relacionada con la reacción de Gram; los organismos gramnegativos son, en su mayoría, mucho menos sensibles a los colorantes que las especies grampositivas. El pH afecta la acción de estos compuestos. La toxicidad de los colorantes ácidos aumenta con la acidez, y la de los colorantes básicos, con la alcalinidad.

Varios de los colorantes de trifenilmetano son inhibidores en diluciones elevadas. Las propiedades bacteriostáticas de los colorantes de triamino-trifenilmetano, llamados rosanilinas, están relacionadas aparentemente con la sustitución de grupos alquilo en las cadenas amido laterales. La fucsina básica, una mezcla de los colorantes sencillos no sustituidos rosanilina y pararrosanilina, es un agente bacteriostático relativamente débil. La fucsina ácida, una mezcla de distintos derivados sulfonados de la fucsina básica, también es sólo débilmente bacteriostática. El metil-violeta * es una mezcla de tetra-, penta- y hexametil-pararrosanilina notablemente bacteriostática que inhibe por completo el crecimiento de bacterias como estafilococos y el bacilo de la difteria en soluciones de 1:1 000 000 a 1:5 000 000. Los bacilos gramnegativos, como los bacilos del colon y el bacilo de la fiebre tifoidea, son menos sensibles al metil-violeta y necesitan aproximadamente 150 veces más colorante para que el crecimiento se suprima.

El colorante de acridina, proflavina, se introdujo durante la Primera Guerra Mundial como desinfectante tópico, pero se ha comprobado que existen otros agentes más satisfactorios. La mepacrina y la cloroquina son compuestos relacionados que se utilizan en el tratamiento de la malaria y en infecciones por tripanosoma, respectivamente. Estos compuestos se unen al DNA e inhiben su síntesis.

* El violeta de genciana es una mezcla más o menos impura de metil-violeta y dextrina. El cristal violeta, hexametil-
p - rosanilina es uno de los constituyentes del metilvioleta.

Factores que influyen en la desinfección

Factores que influyen en la desinfección

Hay varios factores que influyen en la velocidad con que tienen lugar las reacciones químicas que dan como resultado la desinfección.

- concentración, temperatura y pH

El factor más importante es la concentración de las sustancias que reaccionan; es decir, la concentración de desinfectante y la cantidad de bacterias presentes. La concentración eficaz de un desinfectante depende, a su vez, de otros dos factores; primero, la presencia de agua, y segundo, la presencia de materia orgánica extraña. El agua hace posibles la coagulación por calor y la ionización de sales bactericidas. Actúa como un disolvente y lleva a cabo la suspensión del medio que está en contacto íntimo entre el desinfectante y el microorganismo.

Algunos desinfectantes actúan combinándose con proteínas celulares. Si está presente en materia orgánica extraña, ésta también reaccionará con el desinfectante, reduciendo por tanto la eficacia del proceso de desinfección. Hay una gran variación en el grado en que la materia orgánica afecta la acción bactericida de los desinfectantes. Por ejemplo, la materia orgánica precipita rápidamente las sales de los metales pesados, mientras que afecta sólo ligeramente al fenol y los cresoles. La velocidad de destrucción por calor también se ve afectada por la materia orgánica. Cuando hay bacterias incluidas en una masa de materia fecal se necesita más tiempo para destruirlas con calor. Otros factores que influyen en la velocidad de destrucción por agentes bactericidas o por calor son la temperatura y el pH. Una elevación de la temperatura aumenta la velocidad de destrucción. Variaciones de pH por encima o por debajo de un pH = 7.0 también aumentan la velocidad de destrucción. Aunque hay otros factores, como la presencia de sales, que afectan la velocidad de la desinfección, no tienen importancia práctica.

El tiempo de exposición de las bacterias a un desinfectante determinado tiene considerable importancia en la práctica y está en relación inversa a la rapidez de la destrucción. El tiempo que se deja para que las bacterias sean destruidas se determina considerando no sólo los factores que se discuten más arriba, sino también según el tipo de bacteria que se va a destruir. En algunos casos, la especificidad de un desinfectante puede ser tan acusada que debe tenerse en cuenta. Por ejemplo, la relativa atoxicidad del hipoclorito para el bacilo de la tuberculosis excluye su utilización en la desinfección de esputos tuberculosos. Las esporas bacterianas son mucho más resistentes al calor y a los desinfectantes químicos que las células vegetativas y su destrucción necesita bastante más tiempo. Las células vegetativas de algunas bacterias pueden ser más resistentes que las de otras, pero para la mayoría estas diferencias son demasiado pequeñas como para tener importancia desde un punto de vista práctico.

- dinámica de la desinfección

Dinámica de la desinfección


Los estudios cuantitativos acerca de la velocidad a la cual los agentes letales destruyen los microorganismos han indicado que en muchos casos los organismos mueren con una tasa logarítmica; es decir, si se representa el logaritmo del número de organismos viables frente al tiempo, los puntos tienden a aparecer en una línea recta. Este fenómeno se ha observado tanto en la muerte de esporas como en la de células vegetativas cuando están bajo la acción de desinfectantes químicos o de calor húmedo, y también tiene lugar en la muerte de bacterias en cultivos viejos. La velocidad de reacción en la pendiente de la recta depende de la concentración y del tipo de desinfectante, de la naturaleza de los organismos (esporas o células vegetativas) y de otros factores que influyen en el proceso de la desinfección.

En la representación del logaritmo del tiempo necesario para destruir poblaciones estándar de bacterias, frente al logaritmo de la concentración de desinfectante, se obtienen las pendientes que proporcionan los exponentes de la concentración o los coeficientes de dilución que indican la eficacia de los desinfectantes una vez que se diluyen. El cloruro mercurico tiene un coeficiente de dilución igual a 1, lo que significa que una concentración tres veces menor hace que la desinfección tarde tres veces más tiempo en producirse. El fenol tiene un coeficiente de dilución de 3 y una dilución a 1/3 hace que su actividad sea 729 veces menor. El coeficiente de temperatura, que normalmente se expresa como la razón entre el tiempo necesario para destruir una población estándar a una temperatura determinada y el tiempo de destrucción obtenido cuando la temperatura se eleva a 10°C, es característico de cada desinfectante. La eficacia del formaldehído aumenta más que la del fenol cuando se eleva la temperatura.

Tiene importancia práctica el hecho de que en la desinfección con sustancias químicas y con calor hay un pequeño número de células, posiblemente más resistentes, que sobreviven largo tiempo después de que la mayor parte han muerto. Este pequeño número de células resistentes debe ser destruido si se quiere obtener una esterilización completa. La determinación de la actividad antiviral presenta problemas técnicos especiales debido a la necesidad de medir los virus viables residuales mediante titulaciones de la capacidad infectiva. Estos análisis son complicados por los efectos de la autointerferencia cuando se ha inactivado un gran número de virus cerca del punto final.

En cualquier caso, no es posible extrapolar la velocidad exponencial de destrucción a cero y asumir que el tiempo de exposición indicado asegure la esterilidad. Esta suposición conduciría a una inactivación incompleta por formalina del poliovirus en la preparación de las vacunas.